Cada año se abandonan a su suerte unos 60.000 galgos en España.

Cada año se abandonan a su suerte unos 60.000 galgos en España. Estos galgos han sido utilizados por los cazadores en las cacerías que se celebran por todo el país y una vez que la temporada de caza termina o simplemente los animales no sirven, éstos son abandonados o bien son presos de una muerte lenta y dolorosa. Serán rociados con ácido, apaleados, torturados, tirados en pozos o colgados de un olivo o tapia dejando un poco de margen en la soga para que mueran lentamente. A veces se intentan quemar para no dejar rastro y evitar problemas con las asociaciones ecologistas de la zona.

Desde el 2010 el artículo 337 del Código Penal condena la crueldad contra los animales. A la vista está que las leyes no son suficientes como para parar las muertes y abandonos de este bello, cariñoso y noble animal. La dejadez de las instituciones y la falta de respuesta ante denuncias hace que año tras año se repita el sufrimiento de los galgos españoles.

Numerosas asociaciones trabajan para que en otros países sepan de la situación horrible a la que se enfrentan estos animales en España. Muchas asociaciones de mi país adoptivo (Suecia) que se dedican al rescate de perros, traen galgos para que sean acogidos por familias. Y es que a pesar de los prejuicios que existen en España los galgos son excelentes animales de compañía que se adaptan a vivir a cualquier hogar. Son limpios, tranquilos,apenas ladran y son ideales para la gente que sufre alergias.

En España existen 180.000 galgueros que se dedican a la cría de galgos. La caza con galgos sigue sin estar prohibida a pesar del escándalo que supone el abandono y tortura de estos animales cada año y a pesar de que en la mayoría de los países europeos esta clase de actividad está prohibida. En los pueblos donde existen cacerías la gente simplemente mira para otro lado e ignora lo que pasa año tras año. Y el mirar para otro lado en este caso nos hace cómplices de esta barbaridad.

Enfrente de mi casa de Dos Hermanas (Sevilla) vivía uno de estos galgueros cuando yo era pequeña. Durante toda su vida este galguero tuvo hacinados en habitaciones minúsculas a galgos que sólo veían la luz del sol cuando eran movilizados para las cacerías. Las calles se llenaban de pulgas y de garrapatas en verano. Esta situación se mantuvo así siempre sin que el ayuntamiento ni las autoridades hiciesen nada para cerrar esta atrocidad. Aunque lo que más lamenté siempre es la falta de iniciativa de la gente y la pasividad ante esta situación que veían como normal.

La grandeza de un pueblo se mide por cómo trata a sus animales. Todos somos cómplices al mirar para otro lado cuando empiezan las temporadas de caza y estos animales son llevados a una muerte segura. Las denuncias son necesarias, pero también es necesario pasar a la acción y rescatar a estos animales de sus torturadores. Adoptar un galgo en vez de comprar otro tipo de perro es una acción excelente y además evitamos la proliferación de granjas que son auténticas fábricas de perros de raza sin tener en cuenta el bienestar de los perros que allí viven.

Fuente: reeditor

Foto: imageshack

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